Mesa
de otoño
el viento
limpió de niebla una hoja en blanco
y la
llenó,
y
llenó mi mesa, de suaves verdes, ocres, rojos y amarillos,
Son
tan frágiles que no me atrevo ni a tocarlas,
dejaron
equipaje para volar mejor.
Desapareció
la mesa entre tanta vida caduca,
por
un momento quedó mansamente dormida.
Aunque siempre lo fueron,
de la mano del tiempo,
crecerá una efímera belleza
hasta que la fragilidad
se adueñe de la docilidad de sus resistencias.
La dejó el viento solo para que echaran una cabezadita.
Aunque siempre lo fueron,
de la mano del tiempo,
crecerá una efímera belleza
hasta que la fragilidad
se adueñe de la docilidad de sus resistencias.
La dejó el viento solo para que echaran una cabezadita.
Sin
mirar ni preguntar,
se
acomodaron como para no marcharse nunca.
Para
que buscar la hoja blanca, entre tanta vida,
si
no fuera para perderme con ella.
Cálida
y serena lectura merecen,
que
descansen antes de continuar su viaje.
No
quiero ni que las palabras las muevan,
ni
que las despierten,
ni a
mí me desorienten,
antes
de que nos dejen solos
solo
deseo mirarlas.
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