ACTIVIDADES

miércoles, 2 de mayo de 2018


Trozo de periódico

No sé qué árbol podría ser, un chopo, no, un chopo no, es demasiado hueco, un frutal, no, él no conoce su fruto, un olmo, si, mejor, un resistente y viejo olmo con buenas raíces, que sus semillas vuelan y vuelan pero ninguna germina y aunque anidan pájaros, lo hacen con nidos de paso.

La radio como despertador y un café con leche, son el mejor empujón para acercarle cada día a las nueve a la puerta, coger el bastón y salir a la calle.
Solo cuando el frío, el calor o el agua ocupaban los bancos del paseo, se refugiaba en la biblioteca, como es refugio, a buena temperatura y a buen precio, de los buscadores de los libros compartidos y del silencio contenido. Allí se junta, con estudiantes a la captura de una mesa, jubilados y parados en busca de un furtivo roce social y las últimas noticias en los periódicos, el resto de los días, prefería un banco en el paseo convertido en un premeditado mirador.

Inmóvil,  observaba  todo lo que pasaba por delante de él, allí se sentía acompañado por cada instante, por cada paseante, por cada situación imprevista, pero nada, nada  podía llevarse, todo pasaba y quedaba allí, siempre volvía solo con su bastón a casa.

Una mañana acalorada después de su paseo, tuvo suerte, encontró pronto un banco libre a la sombra.
Un suave cierzo, trajo un papel hacia a su silencioso atril, lo cogió para que no siguiera volando, se percató  de un trozo de fotografía con tres personas que solo tenían piernas y que aparecía de fondo algo que podría ser un salón y de uno texto cortado que comenzó a leer.

Al poco rato, ya no era un observador, estaba dentro de una hoja de papel rota,
una isla llena de vida nació en ese instante.
Ensimismado, leyó el retal un par de veces e intentó reescribir los trozos ausentes, recreó el principio y preparo un ajustado final.
No importaba el argumento,  se incorporo a él y tomo parte. 
Al terminar, tiró el papel y se llevó la historia a casa, ese día no volvieron solos.

Desde entonces, antes de buscar un banco, buscaba textos incompletos  en trozos de  papel roto, si no encontraba, echaba mano al bolsillo y cogía uno que llevaba por si no había hallazgo y rompía un trozo. 
Como la primera vez, retazo a retazo, brotaba una nueva aventura en la que vivir.


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