Cuarenta
años
Había nacido
hacía cuarenta años, precisamente ese día.
Mis dos hijos comían en el Instituto y eludían los cumpleaños, mi pareja prefirió ir a mirar un restaurante con su hermana para celebrar el de su padre..
A la salida del trabajo, funcionario para más reseñas, fui a una terraza interior de un centro comercial, el día estaba algo fresco y quería comer en un sitio desahogado.
Mis dos hijos comían en el Instituto y eludían los cumpleaños, mi pareja prefirió ir a mirar un restaurante con su hermana para celebrar el de su padre..
A la salida del trabajo, funcionario para más reseñas, fui a una terraza interior de un centro comercial, el día estaba algo fresco y quería comer en un sitio desahogado.
Pude elegir
el
sitio desde el que observar todo el espacio, aunque reconozco no fijarme mucho
en los demás, tenía ganas de ver gente haciendo lo mismo que yo, ellos no sabía
que iban a ser mis acompañantes en esta mi especial celebración.
Algunos
trabajadores
estaban sentados en una mesa amplia, la desordenada decoración de su ropa
indicaban su actividad laboral.
Pasaron dos
chicas que dudaban en quedarse, bien enfundadas en pantalones de cuero y encantadas
de conocerse, como caminando por una pasarela miraron el menú y marcharon.
Debí llegar
más pronto de lo habitual, había bastantes sitios a elegir. Mientras esperaba
la atención del camarero y el servicio después, a la vez que los espacios se ocupaban
iba creciendo el ruido de voces descompasadas.
Dos chicos y
una chica se sentaron en una esquina, luego entendí que su sobrepeso tendría
algo que ver con la fruición a la hora de comer, la misma con la que compartían
su contagiosa alegría. La comida no iba hacia ellos, ellos viajaban hacia ella.
También
había
una pareja de bastante edad. Eran una involuntaria invitación a contemplar la dulzura de sus movimiento, sus
miradas y reposada conversación, sin prisa por la llegada del postre.
Tres
millennials con tres trajes, tres
maletines, tres móviles grandes y tres cabezas
muy repeinadas.
Dos parejas
se sentaron en la mesa que quedaba libre a unos
diez metros de donde yo estaba, alardeaban de los móviles, que no los
dejaron de usar ni mientras comían, una de las chicas creo que algo más joven
que yo, de vez en cuando miraba hacia donde yo estaba, además me pareció muy
guapa, me recordaba a una chica con la que salí al mientras hacía Bachiller.
Esta chica seguro que se llama como ella, Ana.
También
había
una pareja de adolescentes que llegaron con su isla y en ella siguieron, creo
que salvo la hoja del menú, todo lo demás estaba en mar abierto.
-Qué
lejos está de mí ese afortunado encuentro-.
Me di
cuenta que me había colocado bajo la televisión, de vez en cuando algunas
miradas de los comensales se dirigían hacia ella, sólo imágenes encontraban, afortunadamente huérfana era de sonido.
-Curiosa
menestra de comensales-.
Mi relación
con las compañeras de trabajo o con las mujeres en general era muy indiferente,
mi compañera era mi referencia, -para que danzar más-.
Pero Ana no
paraba de mirar, cierta inquietud crecía durante la comida a la vez que se
hacía más lento masticar de cada alimento, ya ni me acuerdo que comí de segundo plato.
Poco a poco
fueron desapareciendo todos los comensales, como mi interés por ellos, a
hurtadillas, la seguía mirando.
Una de las
parejas de este grupo se levantó, quedó Ana y un chico.
Ya con algo
de descaro no escondía mi mirada, por otro lado, el acompañante de Ana estaba muy interesado en
su isla digital.
Hace mucho
tiempo que no me atraía tanto una mirada, una persona y una sensación.
Cada vez me
sentía más inquieto, si marchara el chico que le acompañaba, pensé en acercarme
con cualquier pretexto y hablar con ella.
Esa
sensación de ser observado, de compartir miradas, de la creciente atracción, que
arrinconada estaba en mi memoria. Me sentí afortunado, sorprendido, emocionado
y con un especial vértigo.
Pedí un café
y deseé que no terminara, ni el de ella tampoco.
Algo salió
en Televisión que muchas personas miraron, yo ni tenía interés y además estaba
encima de mí, mis ojos ya tenían dueña.
Los
acompañantes de Ana también miraban, ella sacó un cajita del bolso y de la
cajita sacó unas gafas y miró hacia la televisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario