Fiebre
Pocas horas le dejó a la noche
para que se pierda mi cuerpo en su abandono.
Hace interminables las horas que
quieren despedirse del día
y perderse en el sueño.
La fiebre devora con su cruel carrusel.
Vueltas y vueltas en una realidad
irreal,
no son pesadilla, son sueños falsos.
Sudor pegajoso y frío que asfixia el
aire.
Vueltas y vueltas sobre una maraña
que cuanto más quieres evitarla,
más te anuda y confunde.
O calentura fría de la salida de un
túnel sin fin,
del desasosiego que se come las uñas pintadas,
del empacho de imágenes volteadas,
de cuerpos perezosos que se dejan
caer en un agotador descanso,
de los ojos abiertos en lucha con sus
párpados,
de la bestia enclaustrada ansiando la
derrota,
como manubrios locos que no encuentran
grano.
Amada mía,
de tu recuerdo quiere alejarme,
sus celos, su caos, su ardor y su
frío son culpables.
Esta hoguera me engulle y me ahoga,
solo deseo la tuya,
solo deseo la tuya,
tan imprescindible en los días
perdidos,
que enciende las auroras,
que sofoca mi extravío
y ahoga la ausencia.